Gerardo Cuerva - presidente de CEPYME
Las pequeñas y medianas empresas representan en España el 99,8% del total de las empresas, soportan el 65% de los empleos en el sector privado y aportan el 70 del valor añadido en la economía. Son, por tanto, el sostén económico y social de España y la base sobre la que se susten- ta su crecimiento y bienestar. Me gusta decir que las empresas, las pequeñas especialmente, son las verdaderas generadoras de progreso de nuestro país.
Y esto, que vale para España, vale para la mayor parte de los países, desde luego para Europa e Iberoamérica.
Lamentablemente esta evidencia no hace que las empresas, y especialmente las pymes, reciban la atención que merecerían por su peso en la economía. Hablo de España, cuya realidad conozco muy bien y donde, en los últimos años la empresa se ha convertido en blanco de ataques y en el objetivo de políticas fiscales con claros fines recaudatorios, de incrementos de costes, de presión normativa, olvidando que de las empresas dependen cientos de miles puestos de trabajo y el bienestar de muchas familias.
Y olvidando que ese escenario es especialmente pernicioso para las pequeñas empresas.
Si los incrementos de costes han atacado a la línea de flotación de multitud de pymes y supo- nen, por tanto, un grave obstáculo para el tejido empresarial español, no lo es menos el incre- mento normativo, en el que me gustaría detenerme porque creo que es una realidad global.
Hace unos días, junto a las patronales europeas, CEPYME analizaba ese marco normativo para concluir que en Europa, este no atiende a las necesidades específicas de las pymes y genera anualmente una enorme carga burocrática que asfixia y limita la capacidad de crecimiento de las empresas.
La situación en España es evidente y lo recogía el informe de Crecimiento Empresarial que elabora CEPYME cada año. En los últimos cinco años, se ha producido en mi país, un incremento del 95% de las normas regulatorias solo de ámbito nacio- nal (recuérdese que a esa se suma la normativa de cada región y la de la propia Europa). En la inmensa mayoría de los casos esas normas no tienen en cuenta las particularidades de las pymes y exige un esfuerzo de comprensión y aplicación de las mismas que añade más cargas a las empresas más pequeñas.
El hecho de que predomine una legislación que no tiene en cuenta la realidad del tejido empre- sarial del país y que contiene decenas de escalo- nes regulatorios que impiden la ganancia de tamaño de las pymes limita extraordinariamente las posibilidades de mejora de la economía y el progreso de nuestra sociedad.
Y aunque nuestro informe de crecimiento demuestra que España necesita empresas más grandes, estas no pueden crecer porque la propia normativa se lo impide.
Es evidente que los empresarios estamos acos- tumbrados a sacar fuerzas de flaqueza: lo demos- tramos durante la pandemia, ante los vaivenes en las cadenas de suministro, en la crisis inflacio- naria, ante los retos de la digitalización y la soste- nibilidad. En todas estas difíciles circunstancias hemos sido capaces de reinventarnos y ajustar nuestras empresas a los cambios, en muchos casos, además, manteniendo el empleo, como demuestran los datos de los últimos años.
Pero las pymes, las españolas, las europeas y las iberoamericanas, necesitan un entorno favorable a la actividad productiva, un marco regulatorio que tenga en cuenta sus necesidades y que fomente el crecimiento y la mejora de la competitividad. Y necesitan estabilidad y seguridad jurídica.
Como bien sabemos, y eso es bien conocido en muchos países de Iberoamérica, la incertidum- bre es el peor enemigo de la inversión y provoca la paralización de muchos proyectos, con lo que ello supone de pérdida de oportunidades de crecimiento y de empleo. En los últimos tiempos vengo repitiendo que España necesita más empresas y no menos, empresas más grandes y no más pequeñas, más productivas, innovadoras e internacionalizadas, y no menos. Creo que es una afirmación que puede hacerse en cualquier país de Iberoamérica.
A ese empeño dedicamos gran parte de nuestros esfuerzos desde CEPYME, aliados con nuestras organizaciones, pero también con organizaciones hermanas de Europa e Iberoamérica.
Las pymes somos el pilar sobre el que sustentan la mayor parte de las economías del mundo. Solo por ello, merecerían el apoyo nítido de los gobier- nos. Pero es que todas las empresas nacen siendo pymes y de su desarrollo y crecimiento depende el progreso de las naciones y del Estado del Bienestar. Por eso, defiendo que apostar por las pequeñas y medianas empresas es apostar por el futuro.
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